jueves, 6 de septiembre de 2018

El poder sanador de la amistad


Quien no ha tenido verdaderos amigos, quizás poco ha vivido.
Es uno de los regalos más maravillosos que la vida me ha regalado.
Reír hasta que las lágrimas no dejan de caer.
Sentir que lo peor ha pasado.
Empezar llorando una llamada y sentir que volvemos a sonreír y que la tormenta deja paso al arcoíris: son algunos de los pequeños milagros que generan los amigos.
Amigos que perfuman nuestros hogares de alegría. Que nos hacen sentir que lo que soñamos: es posible.
Que no volamos solos por las praderas silenciosas.
Que acompañan los silencios más agudos, nos salvan con una palabra salvavidas, que nos hace sentir amados a  pesar de los tropiezos.
Que comparten el pan, calientan las tardes más frías, se sientan a nuestro lado en una banca mientras las penas no nos quieren abandonar.
Amigos que aman más allá de cualquier predicamento, que resisten los embates del tiempo, que se fortalecen en las pruebas más duras, se hacen cobijo cuando la vida se nos quiere ir de las manos.
Amigos que aman más allá de la muerte porque son  incondicionales.
Amigos que se son felices cuando lo somos nosotros, padecen codo a codo con nuestro sufrimiento.
Que convierten un mate en la bebida más deliciosa porque son la familia que escogimos. Son los hermanos que siempre quisimos tener, son la prolongación de nuestros sueños, los que hacen únicos los momentos más simples y los tesoros más amados.

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